El amor presupone la plenitud del conocimiento, pero el amar está muy por encima del saber.
sábado, 24 de diciembre de 2011
25/XII/2004
lunes, 5 de diciembre de 2011
Tres de Diciembre
martes, 29 de noviembre de 2011
11:06
Si esto es estar enamorada, entonces nunca lo había vivido.
Si esto es querer, adorar, extrañar, entonces nunca lo había sentido.
Has derrumbado todo referente objetivo, todo aquel con el que me iba aproximando a lo real, con el que medía la intensidad de mis emociones tratando de hacerme una idea de su grandeza o su imperceptibilidad.
Es la primera vez que pruebo esta pasión, es la primera vez que me siento una niña y una mujer, que río y sonrío, que te pienso y me proyecto, que me engrío y me sonrojo, que te escucho y confío.
Extraño cada segundo tus labios, la forma en la que me miras, la locura en tus abrazos, la tibieza de tu abrigo, la sorpresa de tus palabras, la emoción de verte.
Se detiene el tiempo contigo, se detiene y se vuelve nuestro.
Doy un paso adelante hacia ti, te tiendo mi mano y está en ti el llevarme a tu lado; por mi parte, sólo he de decirte que doy un paso adelante ahora porque quiero que me acompañes en este camino al que llamamos vida, porque siendo la primera vez, debo decirte que si bien no conozco el futuro, que si bien es nuevo todo lo que me haces sentir, debe ser esto lo que realmente es… Quererte tanto.
Salto al vacío con la seguridad de que me sostendrás en brazos sin dejar que uno de mis cabellos toque el suelo, salto al vacío porque no tengo nada que perder en el intento.
Soy de ti, siempre de ti.
Te quiero, en mi vida y parte de mí.
domingo, 20 de noviembre de 2011
14:00
Quisiera que todo sea más sencillo, respirar hondo, cerrar los ojos y hablarte al oído.
Quisiera decirte y callar tantas cosas a la vez, para mantener esa dulzura casi inocente que se dibuja con tu sonrisa.
Quisiera mirarte a los ojos una vez más y para siempre.
Sabrás que no tengo mucho más que ofrecerte, lo poco que no está escrito, lo has visto en mis gestos, en mis risas y en cada escondite de mi ser en donde te guardo.
Atrápame y no me sueltes.
Por favor.
martes, 15 de noviembre de 2011
11:21
viernes, 11 de noviembre de 2011
11:11
Insospechado casi como un amanecer sin sol,
Casi como una noche sin luna,
O como un día sin ti.
Invencible como el mapa de tu piel,
O como la pasión de estos sueños,
Prohibido vicio de la sal de mis privaciones,
Anhelo hastío de este frenesí de desidias.
Imposible explicar cuánto te deseo en mi vida,
Cuánto espero que pintes este ocaso,
Que empañes a tiempo estas pupilas,
Y que llenes de tinta azul estos labios dulces,
Impacientes de sonrisas.
jueves, 3 de noviembre de 2011
Cinco Días
Lo instantáneo no borra lo intenso, ni esconde la pasión ni oscurece lo grandioso, lo magnífico, lo precioso. El tiempo no puede ser medida de lo vivido, pues un segundo puede marcarte la vida y un día entero puede no traerte ni quitarte nada. Contigo aprendí a querer sin pensar, a pasar el rato sin mirar al futuro, a saborear la ternura sin respirar la hiel de los encuentros, la sal de tu inevitable partida. Supiste caminar sin dar la media vuelta para evitarnos la puesta en escena del llanto y los abrazos interminables casi nostálgicos. Con tu despedida tocaste en acordes perfectos mi canción favorita, como si la hubieses conocido desde siempre, pero no hubieras querido tener que cantarla nunca.
Te fuiste, nos fuimos y lamentablemente no hay nada en mis manos que pueda remediar esta separación, que pueda ahorrarte el dolor o calmar mi desesperación por decirte cuánto te extraño. Son casi cinco días sin ti y no puedo creer que, por primera vez, no haya tenido el coraje de llamarte. Supongo que es una cuestión de decisiones, y en este caso debo confesar que me ganó el miedo a no obtener respuesta pues las expectativas de escucharte serían altísimas y la decepción de la misma me terminaría por destrozar.
Son cinco días, cinco días que podrían pasar desapercibidos, y sin embargo, cada minuto ha aumentado el peso sobre mis hombros. Cinco días desde tu ausencia, cinco días desde tu última vez en mi vida, cinco días desde que ya no te tengo y pareció una vida el tiempo que te tuve. Cinco días y te extraño más que al tiempo, más que a las palabras, más que a tu misma voz, pues no es la expresión material de tu ser lo que extraño, es tu presencia dentro de mí. Y es que si antes aún en tu ausencia te sentía muy dentro, fue distinta esta despedida sin fecha de retorno. Eres tú quien ha dejado de hacerse presente y por ende soy yo la que, aún sin haber suprimido las emociones, ya no te siente. Son cinco días sin ti y no conmigo.
Cinco días que ya no te siento, cinco días desde que te sentía, no sé si te he perdido, no sé si nos perdimos. Son cinco días y hace cinco días que te pregunto en silencio, ¿dónde estás? ¿Me extrañas todavía?
jueves, 22 de septiembre de 2011
Sin Receta
Agrio el sabor que dejaste, agrio…más bien, el sinsabor. Es que poco uno se imagina lo perceptible de ese contacto, lo inmemorable, lo indeseable, una suerte de sueños rotos, esperanzas inacabadas y silencios vacíos, llenos de todo y nada a la vez, llenos de ti.
¿Quién eres tú para provocar toda esta suma de altibajos, de caídas y triunfos? ¿Por qué permites que mi corazón quiera explotar y a la vez cerrarse para siempre? ¿Por qué simplemente no puedes DEJARME EN PAZ? Las posibilidades están siempre a la vuelta de la esquina, acechándome como un lobo hambriento, gritándome cada vez más fuerte que elija, que tome una decisión… Y es esa rapidez en la sucesión de los hechos que hace que no quiera elegir más, que me hace frenar los impulsos desesperados de mi libertad… Golpeas tan fuerte, cuándo me fuerzas, cuándo me coaccionas así… Me haces sentir a punto de caer en una curva peligrosa: Mi reacción inmediata es frenar y cuando mi mente le ha ordenado ya a mi voluntad que presione el maldito pedal del freno, no soporto ver en cámara lenta cómo los neumáticos se deslizan sobre la tierra y el estrecho carril para que luego las leyes físicas me empujen a tocar fondo, ¡y es que no puedo ir en contra de mis leyes, TUS leyes! ¿Qué hago, entonces? Para evitarme el doloroso e irremediable colapso, acelero. La adrenalina, el miedo a perder, el riesgo de ahogarme, morirme…Decisiones apresuradas, decisiones peligrosas, no masticadas, profundizadas o pensadas… Decisiones, de este tipo de decisiones me has abrumado.
No puedo cambiar mi presente, sólo puedo forjar mi futuro, moldearlo, endulzarlo, como si hiciera un postre sin receta, ir probando la masa o el relleno y verificar si es que tiene suficiente azúcar o harina, si es que le falta consistencia o se ha pasmado… Todo es más fácil con receta, es cierto, y la mayor cantidad de situaciones remiten a ello, se nos vienen dadas y debemos aceptarlas: Los padres que tenemos, nuestro color de ojos, nuestra contextura física, nuestras virtudes y defectos, nuestros hermanos, parientes. ¿Dudas de nuestra invencible “dependencia” a ciertos aspectos de nuestro ser? ¡En ese aspecto no podemos cambiar, no podemos elegir! Pero, ¿y de qué me quejo? Si ya con lo poco que tenemos para elegir es SUFICIENTE. Me rehúso, me rehúso a escoger, seleccionar, parcializarme hacia un lado u otro, y luego tener que argumentar – racionalmente claro – el porqué. ¿Por qué aceleré y no frené? ¿Por qué evite la caída? ¿Por qué no me gusta perder? ¿Por qué las consecuencias de aquello son aún más nefastas a largo plazo? ¿Por qué me siento más vacía, más podrida, más frágil? ¿Por qué siento que todos me ven a través de mis propios ojos? Como una rosa marchita, una estrella sin brillo… La luna cuando ha sido cubierta por las nubes y es difícil distinguir el contorno delgado de su silueta, la dirección dónde ilumina, la intensidad… Opaca. Y nuevamente vuelvo a ser nada, la multiplicación del conjunto infinito de números por lo nulo, la cifra insignificante en la ecuación, la palabra inacabada, la pluma sin tinta, el lápiz sin punta. Inservible.
Sabor a nada, ya no quiero elegir. Condéname a ser prisionera del destino, más no a la agobiante frustración de ser esclava del camino que yo misma tracé, a observar desde lejos mi propia miseria, mi propia pobreza. Infortunio. Desgracia. Qué dulce eres al contacto, qué suave eres para sutilmente engañarme con una banquete de manjares. Qué hipócrita. ¿Me dejaste elegir, verdad? Me OBLIGASTE, y maldito fue ese día porque ahora me sumerjo en eso de no poder retroceder el tiempo y decirte NO. No a tus antojos, a tus placeres, a tus moldes en los que inusitadamente me metí para ajustarme, para que encajemos y vayamos de la mano, pero ¡es que contigo no se puede! Ahora que te has apoderado de mí, ahora que la incertidumbre no me permite encontrar la madeja que arrastré mientras me adentraba en este laberinto, te pido, por favor, que ya no me empujes, que no me apures, que no violentes mi conciencia, que no constriñas mi actos. Déjame respirar y pensar – cuándo haya tiempo – cómo haré para salir de aquí. He tocado fondo. Inoportuna. Y tú que acechas, me vas a volver loca, el tiempo sigue corriendo, ¿podrías, por lo menos, alargarlo, detenerlo? Por supuesto que no es tu responsabilidad, es la mía, pero tú has pecado conmigo, tú me has instigado a esto y por ti he llegado a estos extremos. Mi mirada perdida espera algún día poder ser la misma de antes, volver a transmitir tiernamente lo que esconde mi juventud, mi falta de experiencia y mis restos de madurez. Estragos. Me has destrozado por dentro. Me quedo con mi soledad hasta que tenga la valentía de apartarme de ella y no arrepentirme por haberte escuchado. Maldito sea ese día… Malditas las ganas de querer regresar el tiempo – que sigue corriendo inquebrantable, como si no se acabaran sus baterías ni lo desgastara el uso.
Soy la dueña de mi propio sinsabor, soy la que se equivocó al acelerar, la que cometió el grave error de no probar la mezcla y olvidar el azúcar que estaba frente a mis narices. Por no querer probar, por mi soberbia, por mi egoísmo y mi orgullo me creí incapaz de olvidarla… Y la olvidé. No sabes a nada ahora, pero el hambre me obliga a comerte. De apariencia perfecta, tanto que casi duele coger un cuchillo y cortarte, pero sabes amargo, sabes a inacabado, a incompleto. Te odio y odio la sensación que me transmites ahora. Vacío. Déjame, que pase el tiempo, ya me cansé de equivocarme… Ya me cansé de que cada vez que me falta una pieza para completar el rompecabezas, llegues mientras duermo a tirarlo al suelo sin ningún reparo. No volveré a permitir que me arrebates mi muñeca favorita, mi castillo de arena, mi torre de naipes, ¿son míos, entendiste? Míos. Y yo los tiraré cuándo quiera volverlos a armar y yo los regalaré cuando quiera cambiarlos por nuevos… Ya no es lícita tu participación en este juego y te voy a decir porqué, porqué si bien es tuyo, debes limitarte a no excederte porque tú tienes todas las de ganar y sólo para que lo sepas, el monopolio no está permitido.