jueves, 22 de septiembre de 2011

Sin Receta

Agrio el sabor que dejaste, agrio…más bien, el sinsabor. Es que poco uno se imagina lo perceptible de ese contacto, lo inmemorable, lo indeseable, una suerte de sueños rotos, esperanzas inacabadas y silencios vacíos, llenos de todo y nada a la vez, llenos de ti.

¿Quién eres tú para provocar toda esta suma de altibajos, de caídas y triunfos? ¿Por qué permites que mi corazón quiera explotar y a la vez cerrarse para siempre? ¿Por qué simplemente no puedes DEJARME EN PAZ? Las posibilidades están siempre a la vuelta de la esquina, acechándome como un lobo hambriento, gritándome cada vez más fuerte que elija, que tome una decisión… Y es esa rapidez en la sucesión de los hechos que hace que no quiera elegir más, que me hace frenar los impulsos desesperados de mi libertad… Golpeas tan fuerte, cuándo me fuerzas, cuándo me coaccionas así… Me haces sentir a punto de caer en una curva peligrosa: Mi reacción inmediata es frenar y cuando mi mente le ha ordenado ya a mi voluntad que presione el maldito pedal del freno, no soporto ver en cámara lenta cómo los neumáticos se deslizan sobre la tierra y el estrecho carril para que luego las leyes físicas me empujen a tocar fondo, ¡y es que no puedo ir en contra de mis leyes, TUS leyes! ¿Qué hago, entonces? Para evitarme el doloroso e irremediable colapso, acelero. La adrenalina, el miedo a perder, el riesgo de ahogarme, morirme…Decisiones apresuradas, decisiones peligrosas, no masticadas, profundizadas o pensadas… Decisiones, de este tipo de decisiones me has abrumado.

No puedo cambiar mi presente, sólo puedo forjar mi futuro, moldearlo, endulzarlo, como si hiciera un postre sin receta, ir probando la masa o el relleno y verificar si es que tiene suficiente azúcar o harina, si es que le falta consistencia o se ha pasmado… Todo es más fácil con receta, es cierto, y la mayor cantidad de situaciones remiten a ello, se nos vienen dadas y debemos aceptarlas: Los padres que tenemos, nuestro color de ojos, nuestra contextura física, nuestras virtudes y defectos, nuestros hermanos, parientes. ¿Dudas de nuestra invencible “dependencia” a ciertos aspectos de nuestro ser? ¡En ese aspecto no podemos cambiar, no podemos elegir! Pero, ¿y de qué me quejo? Si ya con lo poco que tenemos para elegir es SUFICIENTE. Me rehúso, me rehúso a escoger, seleccionar, parcializarme hacia un lado u otro, y luego tener que argumentar – racionalmente claro – el porqué. ¿Por qué aceleré y no frené? ¿Por qué evite la caída? ¿Por qué no me gusta perder? ¿Por qué las consecuencias de aquello son aún más nefastas a largo plazo? ¿Por qué me siento más vacía, más podrida, más frágil? ¿Por qué siento que todos me ven a través de mis propios ojos? Como una rosa marchita, una estrella sin brillo… La luna cuando ha sido cubierta por las nubes y es difícil distinguir el contorno delgado de su silueta, la dirección dónde ilumina, la intensidad… Opaca. Y nuevamente vuelvo a ser nada, la multiplicación del conjunto infinito de números por lo nulo, la cifra insignificante en la ecuación, la palabra inacabada, la pluma sin tinta, el lápiz sin punta. Inservible.

Sabor a nada, ya no quiero elegir. Condéname a ser prisionera del destino, más no a la agobiante frustración de ser esclava del camino que yo misma tracé, a observar desde lejos mi propia miseria, mi propia pobreza. Infortunio. Desgracia. Qué dulce eres al contacto, qué suave eres para sutilmente engañarme con una banquete de manjares. Qué hipócrita. ¿Me dejaste elegir, verdad? Me OBLIGASTE, y maldito fue ese día porque ahora me sumerjo en eso de no poder retroceder el tiempo y decirte NO. No a tus antojos, a tus placeres, a tus moldes en los que inusitadamente me metí para ajustarme, para que encajemos y vayamos de la mano, pero ¡es que contigo no se puede! Ahora que te has apoderado de mí, ahora que la incertidumbre no me permite encontrar la madeja que arrastré mientras me adentraba en este laberinto, te pido, por favor, que ya no me empujes, que no me apures, que no violentes mi conciencia, que no constriñas mi actos. Déjame respirar y pensar – cuándo haya tiempo – cómo haré para salir de aquí. He tocado fondo. Inoportuna. Y tú que acechas, me vas a volver loca, el tiempo sigue corriendo, ¿podrías, por lo menos, alargarlo, detenerlo? Por supuesto que no es tu responsabilidad, es la mía, pero tú has pecado conmigo, tú me has instigado a esto y por ti he llegado a estos extremos. Mi mirada perdida espera algún día poder ser la misma de antes, volver a transmitir tiernamente lo que esconde mi juventud, mi falta de experiencia y mis restos de madurez. Estragos. Me has destrozado por dentro. Me quedo con mi soledad hasta que tenga la valentía de apartarme de ella y no arrepentirme por haberte escuchado. Maldito sea ese día… Malditas las ganas de querer regresar el tiempo – que sigue corriendo inquebrantable, como si no se acabaran sus baterías ni lo desgastara el uso.

Soy la dueña de mi propio sinsabor, soy la que se equivocó al acelerar, la que cometió el grave error de no probar la mezcla y olvidar el azúcar que estaba frente a mis narices. Por no querer probar, por mi soberbia, por mi egoísmo y mi orgullo me creí incapaz de olvidarla… Y la olvidé. No sabes a nada ahora, pero el hambre me obliga a comerte. De apariencia perfecta, tanto que casi duele coger un cuchillo y cortarte, pero sabes amargo, sabes a inacabado, a incompleto. Te odio y odio la sensación que me transmites ahora. Vacío. Déjame, que pase el tiempo, ya me cansé de equivocarme… Ya me cansé de que cada vez que me falta una pieza para completar el rompecabezas, llegues mientras duermo a tirarlo al suelo sin ningún reparo. No volveré a permitir que me arrebates mi muñeca favorita, mi castillo de arena, mi torre de naipes, ¿son míos, entendiste? Míos. Y yo los tiraré cuándo quiera volverlos a armar y yo los regalaré cuando quiera cambiarlos por nuevos… Ya no es lícita tu participación en este juego y te voy a decir porqué, porqué si bien es tuyo, debes limitarte a no excederte porque tú tienes todas las de ganar y sólo para que lo sepas, el monopolio no está permitido.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Mi Fundamento

Si supieras que no hay mayor pasión que la que siento cuándo estoy cerca de Ti, si supieras que me completas, que no sueltas y que mucho aciertas respecto de mí y es que me conoces desde siempre, desde nunca. En mis grandezas y mis debilidades, en mi silencio y en mis llantos, mis dudas, mi felicidad, mi ternura.

No sé cuántas veces habré negado el Amor que siento por Ti, no sé cuántas veces te habré cerrado la puerta del corazón. Ilusa. Ilusa al pensar que podía sofocar mi conciencia, bloquear mis razones, negarte en mi vida. Ilusa al creer que puedo por mis propios medios, que lograré mis metas y mis sueños, que seré feliz sin la calidez de tu abrigo, sin tu susurro en mis oídos.

Eres mucho más que materia de mi entendimiento, eres mucho más que la llave de todas mis puertas, eres tanto y eres todo, eres la melodía de mis pasos, la mano que no me suelta, el timbre de mi voz, mi fortaleza. Te convertiste en mi mejor amigo y lo serás para siempre, mi compañero en cada batalla, mi guía en el camino, mi ejemplo a seguir.

Soy cada día más fiel a Ti y en mi lucha por amarte me hago más perfecta, pues, de brillar como una estrella, contigo brillo más que el sol.